1. Durante largo tiempo anduve considerando en mi interior muchos y diferentes asuntos, y tratando con empeño durante días de conocerme a mí mismo, qué debo hacer y qué he de evitar; de improviso me dijo una voz, no sé si mía o de otro, de fuera o de dentro (pues eso mismo es lo que principalmente quiero esclarecer); me dijo, pues, aquella voz :
Razón.– Veamos, pon que has hallado ya alguna verdad. ¿A quién la encomendarás para seguir adelante?
Agustín. –A la memoria.
R.– Pero ¿es lo bastante firme para retener bien tus pensamientos?
A.– Difícil me parece, o más bien, imposible.
R.– Luego es necesario escribir. Mas ¿qué te ocurre, que por tu salud te resistes al trabajo de escribir? Mira: estas cosas no se pueden dictar, pues requieren completa soledad.
A.– Verdad dices. Y por eso no sé qué hacer
R.– Pide fuerza y ayuda para lograrlo, y pon esa misma petición por escrito, para que escribiendo aumenten tus bríos. Después resume lo que vayas descubriendo en conclusiones breves. No te inquietes por lo que pida una masa de lectores; esto bastará para tus escasos conciudadanos. (San Agustín)

20 octubre 2009

EN EL HORIZONTE





Ayer... A eso de las 7,30 AM , montada en mi coche, con prisas, cuando me disponía a cumplir con mi trabajo, en una rotonda cerca de mi casa, me encontré de frente con un coche que circulaba en dirección contraria.

Cierto es que cuando te viene de la nada semejante riesgo y después de que puedas poner el ritmo de tu corazón a su compás habitual, discurres...

Y yo ahora... recuerdo esto:

¿Sentido de la vida? Eoooo ¿Sentido de la vidaaaa?? ¿Estás ahí?
- Victor Frankl, psicólogo que sobrevivió al campo de Auschwitz, aprendió allí que quienes daban un sentido a su vida, ¡resistían más! Y luego preguntaba a sus pacientes: "Y usted, ¿por qué no se suicida?".
- Una pregunta ruda.- Respóndela: ahí late tu sentido. Acto seguido, ¡zambúllete de cabeza en eso! Elisabet Kübler-Ross, que acompañó a miles de moribundos en sus últimos instantes, comprobó que lo que más personas decían al morir era: "¡Debería haberme arriesgado más!".
- Pero era ya demasiado tarde.- Tú imagínate en tu último minuto de vida y pregúntate si podrás decir "¡esto ha valido la pena, gracias!".
- Tengo dudas.- Pues escríbete una carta que empiece: "Querido yo: ...", y enumera "lo que no quiero", y luego "lo que quiero". Luego "lo que debo hacer" para alcanzarlo. Luego escribe: "me comprometo a...". ¡Firma la carta y cuélgatela bien a la vista!- Bueno, y ya sólo me faltará actuar.
- No digas "lo intentaré". Decir "lo haré mañana" equivale a nunca. No postergues nada. ¡Actúa! Ya.
- Pero tengo que ganarme la vida.- ¡Qué frase tan perversa! ¡La vida la tienes ya ganada! Ahora, dale sentido. O el último día te oirás decir: "sí, me gané la vida..., ¡pero no la viví!".
- Pero cambiar inercias asusta.- Pregúntate: "¿Qué haría yo si no tuviese miedo?". El miedo es la felicidad temida; tras cada miedo hay un deseo. ¡Cúmplelo!
ÀLEX ROVIRA, PSICONOMISTA / La Vanguardia / VÍCTOR-M. AMELA - 08/01/2006 "



Entiendo que suena a fábula infinitas veces "requeteleída", pero después del lapsus... todavía lo llevo en mi pensar.









No es sencillo porque la complejidad humana no es blanca o negra sino multicolor... Pero a mí hace unas horas me recordaron que puedo seguir miando al horizonte.

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