"Hace ya algún tiempo un hombre comenzó a tocar el violín en una estación de metro de Washigton, durante 45 minutos interpretó 6 temas de Bach, en ese tiempo se calcula pasarían unas 1.ooo personas.
En los tres cuartos de hora que el músico tocó , siete personas se detuvieron y otras veinte dejaron dinero sin interrumpir su camino. El violinista recaudó 32 dolares. Cuando terminó de tocar y se hizo el silencio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos ni reconocimientos.
Nadie lo sabia, pero ese músico era Joshua Bell, uno de los mejores músicos del mundo, tocando obras complejas con un violín tasado en 3,5 millones de dólares. Dos días antes de su actuación en el metro Bell llenó el teatro de Boston con localidades que rondaban los 100 dólares.
Esta es una historia real , la actuación fue organizada por el diario The Washington Post en el 2007, como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.
¿En un ambiente banal y un contexto inesperado apreciamos la magnificencia y esplendor ?.
La conclusión fue la siguiente: El glamour, escenario y todas las demás piezas que rodean una obra de arte, son tanto o más importantes que la pieza en sí"
Puede o no puede gustar la afirmación pero si experimentamos ambas cosas ( obras maestras con "adornos" añadidos) el resultado final es majestuoso.
"Todo santísimamente silenciado... en el centro de la voz, solo por la conmoción de absorber la energía de la miel de la sangre de las letras de la composición de tu obra"
Una ovación para el maestro.